Soria, ciudad con Coraje



          PREHISTORIA DE SORIA

No es en el espacio que actualmente ocupa Soria donde encontramos los vestigios más antiguos de su historia, sino a ocho kilómetros al noroeste de la ciudad, en el monte Valonsadero. Dos mil años antes del nacimiento de Cristo se establecieron en ese paraje grupos de pastores, que plasmaron en abrigos rocosos escenas de su vida cotidiana en pinturas. 







Cerca  se encuentra un lugar destacado en la historia: Numancia. Es el nombre de una desaparecida poblacion, situada sobre el Cerro de la Muela, en Garray, a siete kilómetros al norte de la actual ciudad de Soria (España), sus habitantes, celtíberos arévacos, resistieron durante más de veinte años frente al invasor romano, hasta que cayeron tras el largo asedio de Escipión en el 133 a.C.  
En el año 153 a.C., tiene lugar el primer conflicto grave con Roma, al dejar entrar en la ciudad a unos fugitivos de la tribu de los bellos, procenetes de la ciudad de Segeda.

Los numantinos, al mando de Caro de Segeda, consiguen derotar a un ejército de 30.000 hombres mandados por el cónsul romano Quinto Filvio Nobilior, pero tuvieron que lamentar la muerte de su jefe en la batalla.
Tras veinte años repeliendo los continuos e insistentes ataques romanos, en el año 133 a.C., el senado romano confiere a  Publio Cornelio Escipión, Emiliano El Africano Menor,  la labor de destruir Numancia, a la que finalmente pone sitio, levantando un cerco de nueve kilómetros apoyado por torres, fosos, empalizadas. Tras trece meses de hambrunas, enfermedades y tras agotarse sus víveres, los numantinos deciden poner fin a su situación. Algunos de ellos se entregan en condición de esclavos al ejército de Publio Cornelio Escipión Emiliano, mientras que la gran mayoría de los numantinos decidieron suicidarse, prevaleciendo su condición de libertad frente a la esclavitud de Roma.


Los árabes permitieron que las personas se convirtieran al Islam, o que permanecieran en sus lugares con el Cristianismo a cambio de un impuesto. Es durante esta época de dominio musulmán, en el que nuestra provincia se convierte de nuevo en protagonista principal de la historia, ya que el más conocido guerrero musulmán, Almanzor, tenía su sede en Soria, en el lugar de Medinaceli; y los lugares de la ribera del Duero soriano, pasaban constantemente de manos musulmanas a cristianas, y viceversa.

Tras la definitiva conquista cristiana del actual territorio soriano, vino la repoblación con gentes venidas de diversos lugares. Las comarcas más norteñas lo fueron por los cercanos vascos; el este y el sur, por los aragoneses del rey Alfonso I de Aragón, como esposo de la reina Urraca de Castilla; y el oeste, por gentes castellanas.

Como consecuencia de la repoblación aragonesa, se puede destacar la pertenencia de las comarcas del sur a la diócesis eclesiástica de Sigüenza-Guadalajara hasta el año 1955. Además, en un principio de la época bajomedieval, y casi sin cambios hasta 1833, la mitad de las actuales provincias de Guadalajara (señorío de Molina) y de La Rioja (Cameros), pertenecían a la provincia de Soria, igual que algunos pueblos limítrofes de la provincia de Burgos y de la comarca segoviana de Ayllón.

Casi a un tiempo, se establece también la orden militar de San Juan del Hospital, que consigue su primer fuero de manos de Alfonso el Batallador (Alfonso I de Aragón). Sin embargo, tras la reconquista, la ciudad siguió siendo escenario de luchas fratricidas, esta vez entre los reinos cristianos por su importante enclave estratégico, y poco después pasó a manos castellanas al ocuparla Alfonso VIII el Emperador, quien le concedió el Fuero extenso en 1214. Ese mismo año, según la tradición, San Francisco de Asís visita Soria y funda un monasterio.



La ciudad estuvo vinculada a la Mesta desde el principio de la creación de esta sociedad, pero la inestabilidad política siguió afectando a Soria hasta la llegada de la dinastía Trastamara al poder, aunque las luchas nobiliarias por el control del poder siguieron produciéndose. Durante todo este tiempo se asentaron gentes de diversa procedencia, creando sus propios barrios (dentro del perímetro del castillo) y separándolos unos de otros por parcelas de cultivos. Además, cada uno de estos grupos construyó sus iglesias. En 1270 existían ya 34 barrios. 

En 1288 don Sancho el Bravo se refugia en Soria esperando el ataque de los Cerda, defensores del rey Pedro de Aragón. Ocho años más tarde, tras la muerte del rey Sancho, los infantes de Cerda se apoderan de la ciudad.

Durante la Edad Media prosiguen las luchas para la consolidación de los reinos cristianos y de las familias de nobles que querían hacerse con el poder. Entre otros actos bélicos y de represalias está el de la rebelión contra Alfonso XI en la figura de su privado Garcilaso de la Vega, a quien los sorianos dieron muerte en la iglesia de San Francisco, con el consiguiente castigo del rey a los culpables.

En época medieval Soria tuvo una gran importancia tanto política como económica: en la ciudad se celebró la boda entre Juan de Castilla y la infanta Leonor, que sellaba la paz con Aragón firmada en la Paz de Almazán de 1375; el matrimonio entre Leonor y el infante Carlos de Navarra, y varias convocatorias a Cortes, entre ellas, las de Juan I a finales del siglo XIV, en las que se dictan las normas relativas a la población judía. A este respecto, la ciudad (desde su repoblación) era mayoritariamente cristiana, pero paulatinamente comenzó a crecer la judería, que se convertiría en una de las mayores de la provincia. La población judía se dedicó especialmente al comercio de paños y de ganado, así como de vinos y aceite. La expulsión de los judíos, en 1609 afectó enormemente a la ciudad, ya que supuso un notable descenso demográfico.

Poco antes de entrar en la Edad Moderna, Soria ya conocía un modo de gobierno peculiar: el Concejo, presidido por un juez, 18 alcaldes caballeros, e igual número de jurados, designados cada uno de ellos por los habitantes de cada barrio. Este fue el origen de los Doce Linajes, las familias de nobles que con el tiempo alcanzaron las posiciones de mayor poder político en la ciudad.

Con el fin de la Mesta termina también la época de esplendor de Soria, ya que la rama soriana fue la más importante de las que integraban la Hermandad. Pese a todo, Soria vivió una gran época de esplendor desde el principio del Renacimiento, y muestra de ello son el gran número de palacios señoriales que surgieron por esa época, muchos de los cuales aún se conservan.

Durante la guerra de Sucesión Soria fue partidaria de Felipe V, aunque la ciudad no obtuvo grandes recompensas por su fidelidad a los Borbones. Durante la guerra de la Independencia el ataque de los franceses provocó que los propios sorianos se sublevasen contra las tropas invasoras y para ello destruyeron parte del entramado defensivo de las murallas y el castillo de la ciudad. Ya en ese siglo el declive demográfico es patente, y será una de las dolencias de la provincia hasta las fechas actuales.



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